Metáfora.

Si como a mí te gustaran los cómics y llevases leyéndolos desde hace décadas, sabrías lo que quiere decir eso de la continuidad.
Sencillamente que cuando sigues las andanzas de un personaje, todas las historias publicadas hasta el momento cuentan.  O, al menos, deberían.
Aunque quizá hay historias que, por una razón u otra, no acabaron de calarte.  El guionista Peter David decía que, en ese caso, en secreto las desdeñas y no las tienes en cuenta.  Que te quedas con lo bueno, con lo que te gusta y punto.  El resto, agujeros en los que no pensar.
Y que, de ese modo, cada cual llevamos en la cabeza nuestra propia continuidad de tal o cual personaje; incluso de cada compañía editorial.  
Creo que es cierto, desde luego.  Somos -no me parece exagerado verlo así- testigos de sus vidas, como si hubiésemos estado allí mismo, acompañándolos.  Y te sorprendes cuando alguien saca a relucir tal o cual número que no recuerdas (o te viene con una escena que no te cuadra) porque hasta la memoria se confabula para seguirnos el juego.
Además, en el cómic americano (desde hace mucho tiempo) no sólo hay un universo -una realidad- sino que se lidia con el concepto de multiverso, una plétora de realidades paralelas pero diferentes...    Cuan distintas y de qué manera es parte de la gracia del asunto. 
De cuando en cuando, alguna editorial trata de unificar todo aquello en una sola línea, lo que llamaríamos "el nuevo canon".  Ya.  El problema es que para ello borran de un plumazo, como si nunca hubieran existido, una buena cantidad de esas historias que atesoras en tu cabeza como parte de lo que merece la pena de tus cómics favoritos...  Provocando las iras de mucha gente.  Es de entender.
Y me refiero a las dos posturas: las editoriales creen que si simplifican esos monstruos de acumulación narrativa -las series punteras- y los devuelven al número uno es más posible que se suba al burro más gente, un intento de renovar el -permitidme la figura- "parque lector" y seguir vendiendo lo mismo o más.  Por su parte, los fans veteranos se sienten ninguneados, desdeñados, y con razón.  Aquello que te gustaba y querías ha sido eliminado y hasta se pretende que nunca haya existido...  
Sólo los viejos tebeos en papel permanecen, al menos durante un tiempo, en la colección privada de cada cual; dando consuelo mientras se degradan y amarillean.
Uno se asoma a las nuevas historias...  Y duda.  Quizá hasta se rinde.  "Vaya, esto ya no tiene nada que ver con las historias de mi infancia y juventud..."  Puede que hasta dejes de seguir las colecciones, enfadado, decepcionado, tus sentimientos y tu cabeza traicionados por los actuales guardianes del copyright.
Como tantas veces he dicho, la naturaleza del mundo es el cambio.  Y la lealtad, las viejas alianzas, algo que los nuevos señores del mundo ni comprenden ni respetan.  Sencillamente, no les importa.
De manera que cada lector tiene su propio relato de aventuras al que aferrarse.  Sospecho que no hay dos iguales, aunque lo que tengan en común quienes gasten los mismos años pueda ser tanto que parezca ser lo mismo.  
Tierras recordadas con más o menos acierto y consenso desde otra Tierra, no sólo nueva sino -como ha sido siempre- en continuo cambio, sí.  Y de ahí viene la idea de la nostalgia: de los tiempos perdidos, de aquello que fue y ya no es.  De recuerdos de algo que parece mejor que lo que vemos cuando miramos alrededor.
Porque lo mismo pillas un tebeo y de repente te encuentras vivito y coleando un personaje cuya muerte, en su día, te dejó en shock (y a cuyo funeral hasta asististe).  O se degrada a uno de tus héroes, colmándolo de ruindad y convirtiéndolo en un villano declarado.  Hay quien desaparece del nuevo hilar de la historia: como si no importara, borrado para la eternidad.  Hay versiones que conviven, la suma de todas ellas apenas una sombra de lo que te encantaba o inspiraba el personaje original...
Esas cosas pasan.  Y claro, te descoloca hasta que lo entiendes (en una iluminación, una epifanía):
        "Oh...  Esta no es mi vieja realidad.  Es otra, distinta".
Es parte del paso del tiempo.
Puedes esconderte en lo antiguo, ese tesoro de pulpa que se tiene de pie como buenamente puede en tus estantes (tu particular memoria analógica y ya, a ojos de muchos, anacrónica).  O puedes aceptarlo y adoptar la nueva versión de los personajes como si fueran los tuyos, los de toda la vida.  Y seguir queriéndolos, aunque a veces -tantas veces- te desconcierten o te decepcionen.  De cuando en cuando es posible que te den nuevas alegrías y ganas de seguir con ellos un tiempo más...  Hasta que el Editor de tu serie decida que también a ella hay que darle carpetazo porque ya no da para más.  
Quiero recordar algo que leí hace muchos años...  Que en Oriente mucha gente cree que el mundo sólo existe en el instante presente; y que a cada instante se destruye y se rehace por completo.  Imagina mantener la continuidad de algo así.
Lo comprendo, es difícil asir todo esto -tan resbaladizo- en nuestras cabecitas del aquí y el ahora.  Y no, no intento marearos.  Pero me parecía importante contarlo...
Mundos dentro de mundos, realidades dentro de realidades (y no sólo una, sino varias; en paralelo o en cadena) entre las que saltar...  Tantas veces, sin darnos cuenta.
Es lo que hay.

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