No me ven.

No me ven. Incluso si me tienen delante; ven otra cosa, cualquier cosa. Su colección de etiquetas, el reflejo de sus dudas, algo que ya tengan a medio procesar (y no, no soy yo). No ven mi valentía ni mis miedos. No ven cuánto los he querido ni en qué medida, si mucho o poco, los echo de menos. No ven mi tristeza; no ven las ilusiones perdidas ni lo frágil de las que quedan. No ven el eje de piedra antigua a lo largo del alma encendida de luz. No ven nada. No ven mi paciencia ni el largo tiempo de espera prendido a mi espalda. No ven la compasión ni la ternura. Todo es borroso. Mis virtudes; las imperfecciones y carencias que me lastran; mis errores, que son míos y ni grandes ni tantos. Mis pequeños logros… Me oyen, creo. Pero no creo que escuchen, no como deberían: c omo yo mismo a los demás, supongo. El ruido ya ha dicho todo; el silencio, en ello está. Todos solos, todos ajenos al re...