Tsuyu

A Misumi la mató aquella tormenta temprana de una tarde de mediados de mayo. Faltaban aún dos o tres semanas para el tsuyu , la temporada de lluvias; pero hacía más calor de la cuenta y el cielo se había ido enturbiando… Estaba en casa, lavándose las manos. Fue a cerrar el grifo del lavabo cuando algo súbito -la luz cegadora, el estruendo imposible- desgarró la existencia ahí mismo… O muy cerca. Tanto, tan cerca: demasiado para no llevársela consigo. El día del funeral, Kinako me cogió del brazo. Iba elegante con su vestido blanco ribeteado de negro, un sombrerito a juego, las gafas oscuras escondiendo los ojos. Temblaba; creo que no era la única. No nos dijimos una palabra. Me habían advertido en confidencia que ella había estado presente allí, en el fin de todo: vamos, cuando cayó el rayo. Aún hoy, no sé cómo ni con qué conseguía aferrarse a la cordura. Sé que yo me sentía marchito. Seco...