A falta del señor Himura.

Han venido a contarme que ha fallecido el señor Himura. Y he pensado que el mundo, tan banal y mezquino, no merecía la luz que acaba de perder. No era un hombre, aunque en alguna ocasión lo vi como tal. Con esos ojos suyos de un azul tan claro que resultaba imposible y la pupila diminuta… Igual, igual que mi tia Kaizo, la loca. Así eran sus ojos a la luz del día. ¿Por la noche? No conozco a nadie que se hubiera atrevido a afrontarla entonces. Ojos que te hacían desviar la mirada; por lo general, bajarla. Demasiado intensos, demasiado. Para cualquiera. No, era otra cosa. Algunos dirían que un dragón, pero claro: por culpa de la falta de claridad que nos envuelve y, por desgracia, nos define. El señor Himura era una serpiente de agua, de agua de sal de mar. Antigua, sabia, vencida por la compasión. Quizá, cuando se es tan viejo, no cabe otro punto de vista. Compasiva, sí. Y, por el precio de un cesto de m...