Rosconero
Un roscón. Uno pequeño, pero me lo he comido de una sentada. Tirando de cuchillo y tenedor, os reiréis -seguro-, pero no sabía si parar en algún momento y guardar el resto. Aunque no. Ha caído entero. Y después la cosa es darle tiempo, como a todo en la vida. Tiempo para digerirlo. Ese tiempo incluye cierto reposo. Respirar, claro; pero más tranquilo, más despacio, sin prisa. Parar; o, al menos, ir a otro ritmo, uno sensato. Tiempo para la serenidad. Al santo del día también le atribuimos en esta ciudad nuestra el título de "ventolero". Hoy no ha sido el caso. Pero no es raro tener un veintinueve de enero de cierzo frío, del que despeja las calles y obliga a ir bien abrigados. Son festivos de mañanas luminosas, el sol de enero en su mejor momento. Recuerdo alguna mañana así, de hace mucho tiempo; cuando el mundo era otra cosa. Podría ponerle fecha: un enero del ochenta y ocho o del ochenta y nueve......