Diccionario antes de dormir.


Ocurrió hace mucho tiempo.
  Estaba curioseando en la sección de idiomas de una librería y encontré un diccionario visual de italiano, a todo color y organizado por temas.  Poco más que un libro de bolsillo, pero flamante de puro nuevo y lleno de material.  ¿Y qué se me fue a ocurrir? “Vaya, qué idea tan buena.  Con esto, me pongo a ratos y si alguna vez vuelvo a visitar Italia, tendré una soltura de campeonato…”

Supongo que os estaréis riendo a carcajadas a estas alturas y haréis bien.  Años, un montón, ha estado sin abrir en casa.  Primero en una estantería y después, ya la derrota absoluta, guardado en un armario (por aquello de “Fuera de vista, fuera de mente”.  Vamos, “…que estorbas”).

El caso es que hace unos días lo saqué de su exilio en el altillo del empotrado y por la noche me lo llevé a la cama para mi hora habitual de lectura de antes de intentar dormir.

Y sí, es curioso: es más o menos una hora.  Leo el rato que me parece y cuando voy a dejar el libro me doy cuenta de que “…Ah, pues mira: sí que ha sido una hora bastante bien cortada”.  El relojito interior.  Podríamos ponernos tontos y decir que es por comer yogur regularmente (por decir cualquier cosa) y así me ahorro el presumir de poderes tontorrones.

Y sí también, lo he expresado correctamente: “de intentar dormir”.  A veces el sueño me viene pronto, otras ni a tiros.  Ay.

Pero estoy divagando.

El caso es que tenía que empezar por alguna parte y tiré de las páginas sobre el rostro humano y el resto del cuerpo…

…Y no os hacéis idea de lo interesante que se puso el asunto.  Me refiero a los parecidos entre el castellano y el italiano.  En su día, en mi primer viaje a Italia, la guía que nos recogía del aeropuerto en Bolonia y nos acompañaba en bus hasta los hoteles de cada cual en Florencia nos comentó que el idioma italiano aún tiene más parecido con el catalán y el francés en cuanto a expresiones en general y, si no recuerdo mal, también en las formas verbales.  Pero…

A ver, da igual.  Porque en esas tres o cuatro páginas que me estuve leyendo y tratando de memorizar antes de dormir encontré la explicación a un montón de términos en castellano, cosas que no se me habrían ocurrido jamás.

Por ejemplo: la expresión “Estoy hasta las narices”.  En italiano, la nariz es “il naso”.  Pero cada una de las fosas nasales es “la narice” y de esas tenemos dos.  Seguro que no os hace falta que os haga un dibujo, ¿verdad?

La frente se escribe y se dice casi igual…  Pero la sien es “la tempia”.  Me quedé un momento perplejo y se me ocurrió de repente: los huesos que hay debajo de las sienes son los temporales, ¿no?

Las pestañas son “le ciglia” (o eso pone en mi diccionario); y  supongo que por eso, la otra línea de pelos que les quedan más arriba -cada una de las cejas- es un ”sopracciglio”. 

Que diréis, ¿y qué?  Bueno, que esa parte de la cabeza, justo sobre los huecos para los ojos, son los arcos superciliares.  “Clavao”, vamos.

Yo entiendo que el italiano actual debe de conservar mucho más del latín que el castellano actual.  Pero, aún así, se pueden encontrar con facilidad estas relaciones entre los dos idiomas aún vivos…

Por supuesto, no me meto con lo obvio: lo requeteparecidos que se dicen el ojo, la oreja, la boca, el labio, esas cosas.  Voy a por lo que quizá nos pueda pasar desapercibido…  Hasta que le echamos un vistazo de cerca.

Por ejemplo: en italiano la muñeca es “il polso”.  Ahí está clara la huella etimológica que nos lleva a decir “tomar el pulso”, “reloj de pulsera”…  Sin embargo, no pude encontrar en aquel librito la palabra “pulsera” como tal en italiano sino como “bracciale”, de la misma palabra “braccio” (“brazo”) de la que sale también “braccialetto” (brazalete, seguro que lo habéis pillado al instante).

Tiene su sentido que las pecas sean “le lentiggini”, que recuerdan a “le lenticchie”, las lentejas…  Por su forma (lenticular, de lente… O digamos como un óvalo más o menos regular) y si te descuidas, hasta por el color.

Y resulta graciosa otra palabra a partir de la cual, a poco que os paréis a pensarlo, posiblemente encontréis una similitud que quizá lo sea o quizá no, pero como para no sospechar: el “cuñado” del español es “cognato” en italiano.  Y no diré más.

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