Esa pieza del rompecabezas
Me recomendaron que me abriese una cuenta de
Linkedin. Primero, un amigo muy activo
en redes; y después mi hijo, recién licenciado en marketing.
Yo, que soy como soy, me resistía…
Pero las circunstancias mandan. El domingo pasado me puse, por fin, manos a
la obra.
Y han sido cinco días moviditos. Que si monta el perfil, que si añade esto o
aquello que te has dejado, lee entradas recomendadas, empieza a curiosear
ofertas de empleo…
A día de hoy, la impresión que tengo es muy clara:
NO ENCAJO.
A ver, ¡que no cunda el pánico!
Sí, me siento como una pieza de rompecabezas con
entrantes y salientes que no hay manera de ajustar a un agujero cuadrado (o
triangular o circular o…) Pero, de
entrada, se me ocurren dos soluciones inmediatas a ese problema.
Os las cuento al final. De momento, porfa, seguid conmigo.
Siento que no encajo porque soy un generalista en un
mundo de especialistas. Está claro: se
busca a la persona más competente para puestos con necesidades precisas,
concretas, específicas. Y conseguir así
el mejor resultado posible…
Lo admito, tiene sentido.
Claro, yo tengo mi título de profe de hace casi
cuatro décadas. Pero eso es una etapa de
mi vida que ya he dejado atrás.
Es gracioso.
Llevo años leyendo libros sobre el tema.
Seth Godin dice que aquello del empleo para toda la vida es cosa de
nuestros padres y abuelos; que hoy día se lleva la versatilidad, la
flexibilidad, la búsqueda de nuevas oportunidades, la creación de nuevos nichos
de riqueza… Que los trabajadores de hoy
en día probablemente cambiarán de ocupación un buen montón de veces durante su
vida laboral.
Ya.
Y yo con mi título guardado en un cartapacio que no
he abierto en veinte años (mínimo)… No
tengo otro, por cierto. Ah, espera:
aquel diploma de circunstancias por pasar el curso de tiro con arco. Ocurrieron cosas, no me saqué la licencia (un
pequeño desastre).
Pero sé hacer cosas que no tienen el respaldo de un
título.
Me ha tocado catalogar libros, prestarlos y
devolverlos, hacer fichas y poner tejuelos en mi puesto de bibliotecario de un
par de escuelas de primaria. Ya lo había
hecho antes en la mili, en la biblioteca de alumnos del I.P.E. (bajo la
supervisión de alguien que mira, sí sabía de biblioteconomía). También en el cole llevé el programa de
gestión de la biblioteca, que incluía el inventario de los libros en alta… Y sí, lo tengo en los talones. Por supuesto, yo tampoco me contrataría si
hay disponibles montones (¡MONTONES!) de gente que ha estudiado para ser
bibliotecari@s y no sólo han hecho prácticas y tienen experiencia sino que
además tienen un fondo de cultura clásica vasto y, admitámoslo,
envidiable. Pero es un buen ejemplo, una
de tantas cosas que uno ha ido pillando por el camino (y no son catarros).
No es que no me haya reciclado, formado, como lo que
queráis llamar. He pasado por cursos y
cursillos…
Creo que lo leí en un libro de Pam Grout... No, espera. De Natalie Goldberg, lo acabo de comprobar. Decía que hay gente que aprende con lo que
otros les cuentan y hay gente que para aprender tiene que hacer las cosas por
sí misma una y otra vez hasta que lo pilla…
No es así de estricto, por supuesto: estaremos de acuerdo en que todo el mundo gasta un porcentaje de cada estilo en su manera de aprender. Sospecho que a estas alturas de la vida me pesa un poco más el segundo que el primero, pero a saber.
Por ejemplo: tuve que cambiar
la base de la cuerda de la persiana.
Busqué tutoriales en internet.
Hubo uno que me gustó más que los otros.
Lo vi quince, veinte veces… Fui a
por el repuesto. Ya en casa, me puse a
cambiar la pieza. Se me escapó aquello y
me levantó un repelón de los gordos en un dedo de la mano derecha, pero la
reparación quedó bien y ahí lleva funcionando cinco años.
Antes que eso…
Cuando la evaluación en el cole se complicó tanto que calcular las notas
tirando de mi calculadora de siempre se hizo insostenible, comprendí que debía
aprender a manejar hojas de cálculo y rapidito.
Pues bueno: me compré un libro, me lo estudié y me puse manos a la obra
hasta que le pillé el tranquillo. Hice
un modelo tan bueno que se lo pasé a los compañeros de ciclo y les resultó tan
útil como a mí.
Para entendernos: los cursillos no me van
mucho. Pero cuando necesito aprender
algo sí o sí, me pongo y salgo adelante: mejor o peor, un poco antes o un poco
después, pero lo hago.
Desde que dejé el cole y me puse de escritor, he
entrado en territorio inexplorado. Un
montón. He aprendido por mi cuenta a
manejar la tableta gráfica, programas de dibujo y pintura, de edición de
sonido… Como decía Daniel Pink, nos
motiva lo que nos interesa. He escrito
letras de canciones y las he pasado a vídeo para escucharlas y seguir lo que se
dice, mis pequeños experimentos caseros.
Para eso he tirado de programas simples de montaje de vídeo… En esos casos meros karaokes, por así
decirlo.
Sé cómo montar la narración visual de una historia: entra en escena lo más tarde posible, sal lo antes posible, elimina lo que sobra (y deja sólo lo divertido y las imágenes bonitas si no estorban y resultan memorables). Entiendo de planos y movimientos de cámara. Sé qué forma tiene un guión de cine o de una serie; sé qué tiempos tiende a seguir la estructura de los mismos. He leído a Syd Field, a Linda Seger, a Robert McKee, a Blake Snyder… Pero ni soy montador profesional ni he guionizado nada que importe.
Para el caso de la escritura de narrativa me sumergí en la obra de Julia Cameron, de Natalie Goldberg, tiré del “On writing” de Stephen King, del “Zen en el arte de escribir” de Ray Bradbury. Y escribía; admito que muy de cuando en cuando, pero escribía. Recorta esa frase, que no pesen tanto los párrafos, acaba el capítulo si puedes en "cliffhanger" y pasa al siguiente...
Soy aficionado al cine clásico en blanco
y negro, a las películas desde los 80 a la actualidad, comedias, de acción y
aventuras, el fantástico… También
aficionado a la historieta desde los tebeos de Bruguera a los cómics
americanos, pasando por algún volumen de francobelga o manga aquí o allá (algo puntual, quizá
debo dejarlo claro).
Me encanta leer pero nunca leo por obligación, sólo
lo que me gusta. Y de eso, mucho, tanto
como pueda. Ficción, no ficción,
biografías, lo que sea. Da igual.
Dibujo y no es para tirar cohetes, pero imagina que
me pusieras a dibujar dos años seguidos…
Escribo en prosa, ahí están mis libros publicados; pero también en
verso. Lo hice también en el cole, un
encargo al principio y una misión personal en paralelo; y les leía aquello a
fin de curso y se tronchaba vivo todo el personal presente. Hablo de actuaciones de aficionado, sí, pero
perfectamente calculadas… Diez, quince
minutos, con parafernalia de atrezzo… Tengo
tablas para toda la parte de abajo del Arca de Noé.
Lo que quiero decir es que los generalistas, los que
sólo sabemos de algo lo suficiente para ir tirando pero hacemos –mejor o peor-
montones de cosas, también sabemos una barbaridad. Somos interesantes.
Y lo repito: debéis contratar a los especialistas para las tareas muy especializadas, PUNTO.
Ahí va un estupendo ejemplo que leí en alguna parte (espero que su autor/a me disculpe por no saber concretar quién ahora mismo, ¿quizá Nassim Nicholas Taleb?): nadie quiere que le opere un aficionado en lugar de un cirujano que sepa lo que hace, ¿verdad? Es obvio. Fin de la discusión.
Pero si el sistema sólo da cabida a una pequeña
parte de la gente que puede aportar riqueza, conocimiento, personalidad…
(Personalidad, sí. Lo que yo he pulido mi personalidad en el desempeño del trabajo de la escuela a lo largo de tres décadas únicamente lo sé yo... QUÉ DIGO, QUIZÁ NI YO. De cuando en cuando me decía: “Sigues en la
escuela porque aún tienes cosas que aprender…”)
Y aquí os voy a soltar una tontería que se me ha
ocurrido: la metáfora de los barcos.
Tiene algo de aquello que decía antes de lo de ser aficionado al cine y
resulta más ameno. Al ataque:
1) Yo no soy un yate de lujo, de esos que se compra la
gente que tiene tantísimo dinero que no sabe en qué gastarlo. No soy algo de lo que presumir a primera vista.
2) No soy un crucero de esos de catorce pisos de altura (más lo
que queda debajo de la línea de flotación, imagina) de los que recorren el
Mediterráneo, seguro que os hacéis a la idea: Mónaco, Génova, Nápoles, el
estrecho de Messina, Mikonos y de vuelta a Barcelona. No soy la primera opción para unas vacaciones.
3) No soy una moto de agua ni una lancha motora (ni
mucho menos un prototipo para carreras de ésos que más que navegar, vuelan). No soy nuevo, ni demasiado rápido. Ni "molo", ya puestos.
4) Yo soy más bien el equivalente a una barca de
madera. Un pequeño bote de remos. De los que llevan a dar una vuelta por el
estanque del Retiro a la parejita de las pelis de Cine de Barrio; los patos,
estoicos, quitándose del camino. O como
la que pintan en la playa en “Calabuch”: hay que darle una mano más y repasarle
el nombre…
Como decía antes, os comprendo: quizá, como Roy
Scheider en aquella otra peli, sentís la necesidad de pillar un barco más
grande. Puede que más nuevo y mejor.
Pues vale.
5) También me gustan las pelis de submarinos. Comparto un poco con ellos lo de pasar
desapercibido. Y de repente… ¡SORPRESA!
Hablando de submarinos… Nuevo inciso cinéfilo: Jean “Möebius” Giraud era
un artista extraordinario, pero prefiero el Estela Plateada de su creador, Jack
Kirby (y de paso, a Alec Baldwin como Jack Ryan). Dicho queda, peques.
6) Y, para terminar…
El barco que quizá represente mejor mi potencial inesperado, el de
tantos generalistas : un rompehielos. Si
es que se nos va la cabeza… ¡Mira que ir
al Polo en invierno! Y ahí lo tienes,
abriéndose paso como un campeón.
Pongamos los pies en la Tierra un momento, ¿vale?
El caso es que soy un escritor en tiempos del surgimiento de la Inteligencia Artificial; y un maestro de escuela que ha pasado página. Un hombre de 58 años con mis virtudes y mis múltiples imperfecciones y carencias (de las que, ay, suelo ser bastante consciente).
Y, puestos a encontrar un empleo para
conseguir ingresos (la necesidad manda), un generalista en un mundo de
especialistas.
Tengo mi potencial a medio cumplir.
Y me siento como un pez fuera del agua.
Pero… Se
puede inscribir un círculo en un cuadrado (el centro del uno en el cruce de las
diagonales del otro) o en un triángulo, ya puestos. Son casos raros: sólo uno entre infinitos cumple y sirve (una probabilidad que tiende a cero). Se puede meter una pieza de puzzle pequeña en
un agujero que no tiene su forma pero si tamaño suficiente para albergarla.
Y tener este curriculum virtual a la vista del mundo
entero es una oportunidad. ¿Por qué no
disfrutarla? Woody Allen escribió que el
noventa y tantos por ciento del éxito es presentarse…
Pues bien: aquí me tenéis, gente. Aquí seguiré un tiempo. Algún día, quizá haya un trabajo no demasiado especializado, acorde a mis capacidades, mi sensibilidad. Quizá tenga esa suerte, la de ser la persona adecuada. Como generalista y ser humano, parafraseando a Carrie Fisher en aquella peli de 1980... Tengo mis momentos. No muchos; pero los tengo.
La otra solución al problema del principio (uno es
hombre de palabra) es que puedes salirte de los esquemas establecidos. No del sistema; no suele ser necesario, digan
lo que digan. Sólo (¡casi nada!) hace
falta mostrar algo nuevo, algo distinto y atractivo. Y el mecanismo del mundo lo asume y sigue
girando.
El segundo problema es que parece que para conseguir visibilidad hay que tener contactos a cientos.
No
es lo mío. Hay gente que hace amigos y contactos cada vez que respira. Yo no: soy más bien tímido. Otra forma de no encajar. No puedo hacer nada para
resolver todo eso, así que me voy a limitar a ignorarlo.
Ya está.
Termino de escribir esto un viernes al
mediodía. He cometido el pecado mortal
de hacerlo muy largo, ¡OH, CIELOS! Larguísimo. Mil disculpas.
A todo el mundo: generalistas, especialistas,
novelistas, poetas, cuentacuentos, copywriters, cómicos aficionados, fans del
cine y fans del cómic, profes, angloparlantes, matemáticos, bibliotecarios,
empresarios, personal coaches, everyone under the sun… Gracias por molestaros en leer este montón de
desvaríos. Sólo quería desahogarme un
poco.
Mis mejores deseos.
Y feliz fin de semana.