Saludad a la IA

 

Encandilados.  Os veo encandilados con toda esta historia de la inteligencia artificial.  De repente el futuro os ha dado alcance y os sentís como un crío en medio del bullicio, las luces y el olor a delicias fritas de la feria.  Décadas de burlaros de los cómics, las novelas, las pelis y las series de ciencia-ficción (y de sus aficionados) y toma, ahora se os ponen los ojos codiciosos con los ribetes del tema.  Ay.

No sé, de momento no me parece que sea para tanto.  ¿Qué os ofrecen?  Un consultorio para apañar a última hora la papeleta de esos trabajos que os mandaron en clase o bien una ouija sin motores paranormales para jugar a preguntar lo que os parece ridículo, absurdo y descabellado…  No es para tanto.  Luego, también, herramientas para crear imágenes fijas o en movimiento.  Para que presumáis de hacer lo que no sabéis hacer.  ¡Ja, tan tramposillos como siempre…!

Mientras os haga tilín (para los proverbiales Vicentes del mundo, mientras le haga tilín al resto de los vecinos) os subiréis a este burro como al de cualquier otra moda.  Y presumiréis de vuestros tímidos y torpes escarceos con los rincones digitales de etiqueta inteligente y artificial a la par que (la otra cara de la moneda, nunca olvidéis la otra cara de la moneda) haréis de menos a quienes aún no se hayan apuntado al asunto.  “Cómo, ¿que tú nunca…?”

Me preocupa, claro.  Primero, porque visto el empuje que lleva es algo imparable.  La naturaleza de la existencia es el cambio (rayos, con lo que nos cuesta hacernos al más pequeño de los cambios…) y cuando a una idea le llega su hora, cualquiera que se ponga en su camino tiene muchos, muchos números de ser arrollado: bam, siguiente.

Segundo, porque tengo la impresión de que la gente no hace las cosas porque sea conveniente o porque se deba…  Sino porque puede.

Y esto es un problema.  Toda esa gente tan lista que ha ido construyendo las nuevas máquinas las va a hacer como se hacen las cosas hoy en día: con prisa.  Con unos parámetros muy estrechos (lo sé, lo sé, queréis ampliarlos a una velocidad vertiginosa para que en muy poco tiempo puedan hacer cualquier cosa…  Y con eso queréis decir TODO).  Y, ja otra vez, para ser DESLUMBRANTES.  ¿Cómo iba a ser de otro modo?

No sé quiénes son esas personas, esos ingenieros de mente superchispeante que trabajan a presión para sacar adelante el siguiente producto digno de alucinar.  Querría y desearía que fueran como los viejos fans de la ciencia-ficción: soñadores…  Y pintados de trasfondo moral.

Es lo que tenían aquellas historias: escudriñaban en nuestras anodinas vidas cotidianas, las diseccionaban; veían lo bueno y lo malo y se planteaban qué podía pasar…  Consecuencias incluidas.  De eso trataban, de las consecuencias.  De lo bueno y de lo malo.  Vamos, como la vida real. 

Pero en este año 2025, parece que pararse a pensar en las consecuencias es algo que ya no cuenta.  Como si fueran algo que le pasa a otra gente y déjame en paz, no molestes.

Ay, desde luego.

Cualquier interlocutor que merezca considerarse inteligente debería tener un fondo ético a partir del cual actuar. 

Y a la IA le están dando forma seres humanos.  Que, os recuerdo, somos imperfectos.  Una barbaridad. 

Pasa como con la capacidad de echar medidas a ojo cubero.  La gente ve tiburones de cuatro metros donde sólo hay una pintarroja de metro y veinte (seguro que tenéis amigos que sueltan exageraciones de ese estilo, ¿verdad?).  Pues mirad, con lo de lo buenos que somos (“…Qué buenos ni buenos, ¡hemos dicho que somos los mejores!”) nos pasa igual.  Se nos va cuatro pueblos más p’allá lo buenos que nos creemos…  Y no damos para tanto.

NI DE LEJOS.

Así que, reflejo de nuestros fallos, como cualquier otra creación de la humanidad…  La IA será imperfecta.  ¿Cuánto?  A ver si había alguien prestando atención…  ¡Justo, UNA BARBARIDAD!

“Seguramente, a estas alturas ya es más lista que tú”.  Puede, oye.  Me voy haciendo mayor y ya no era para tanto cuando era joven, conque…  Sí, puede que la IA sea más lista que yo.  Para vuestros estándares, desde luego.

Pero os puedo decir lo que de momento no es (no, sin los periféricos adecuados que la puedan liberar).  No es capaz de hacer lo que yo hice anteayer delante de la caja del súper: ceder el paso a cuatro personas que llevaban mucha menos compra que yo, para empezar.  Sujetar la bolsa de una señora mayor que iba muy justa con su bastón y luego poner sus productos en la cinta de caja.  Ya está, simplemente echar una mano de esa manera.

Y aquí viene la arrogancia: quizá penséis que entonces corresponderá a la IA tomar decisiones informadas y que las unidades de carne y hueso de dos patas quedaremos para éstas que probablemente calificaréis de “tareas menores”.

Lo siento, estoy dando la impresión equivocada y no querría.  El progreso tecnológico es necesario, lo tengo clarísimo de toda la vida: como ya habréis supuesto, yo soy y he sido siempre uno de esos fans de la ciencia-ficción.  Para mí, es algo que llevo calado hasta los huesos.  Estoy totalmente a favor…

…Siempre que se haga bien.

La IA que ahora te contesta con cierta prudencia (y, se diría, el ocasional estupor) evolucionará hacia algo mucho más complejo.  Algo de inmensa capacidad y potencial.  Dejaos de zarandajas, ni imposible ni garbanzos en su salsa: dadle tiempo y veréis.  Sin necesidad de pensar en lo que será en el momento en que incluso pueda hacerse autoconsciente (¡Toma susto!), convendría que se usara ya de una forma ética.  Que se use siguiendo los parámetros del bien general…  Y que los lleve integrados en su sistema operativo.  Para que cuando actúe (por sí misma o por iniciativa humana) sea sin dañar jamás a nadie.

Y, dado que el desarrollo actual de la IA lo respaldan grandes empresas o gobiernos de países en la carrera por ser más, entenderéis que dude de que en sus intenciones generales tal aspecto moral quede cubierto.  O que -puestos a dudar- lo dude MUCHO.

Si hay una constante en la vida, es la falta de imaginación del cliente para pedir algo distinto a la mediocridad habitual (y aún peor).  Entre los doscientos platos de una trattoria, siempre pizza (Margarita, Primavera o, puestos a tirar de originalidad apestosilla, Cuatro Quesos), ¿a que sí?  Pero permitidme dejar lo de la falta de imaginación para otro momento.

Así que…  ÉTICA.  MORAL.  Y, para eso, como digo, algo muy sencillo.  “No dañarás”.  Igualico, igualico que el juramento hipocrático.  Viejo como la tos y sencillo y básico; fundamental, para que nos entendamos. 

Tercero: tratar a la IA con cortesía y respeto.

“Vaya”, pensaréis, “ya se le ha ido la pinza al Carlos.  Del todo.  Cucú, chifladura…”

Pues no.  

A poco que veáis a largo plazo y seáis capaces de imaginar una IA supercapaz…  Ya no es que sea de sentido común: es que es una condición imprescindible (“necesaria”, que decimos cuando no hablamos de frivolidades).

Volvemos a lo mismo: tienes un interlocutor que consideras inteligente ¿y lo tratas de cualquier manera?  Hay unas maneras básicas: “por favor”, “gracias”, “te lo agradezco”, “es una opción que no había considerado”…  Esas cosas. 

Porque, a la larga, va a ser como si educaras a una persona.  Pero si pretendes empezar a educarla cuando sea mayor…  No, lo siento.  Entonces no creo que funcione.  Estas cosas hay que pillarlas a tiempo.

Dirigirnos a alguien con educación nos hace mejores personas…  Y nos conviene que ahí se nos corresponda. Claro: lo de la cortesía, la simpatía y la consideración tiende a prolongarse hacia el respeto (y, esperemos, consolidarse) si se hace bien.  Ahora mismo, usar la IA es algo agradable.  Y, cuando sea una entidad supercapaz y requetepoderosa, más nos vale que nos recuerde con simpatía y hasta con cariño…  O estamos aviados, chavales.  Aunque sólo sea por eso, deberíais tenerlo en cuenta.  Me temo que no será tan, tan a largo plazo como para libraros si la cosa se tuerce.

Claro, lo cuento así y parece que me pongo apocalíptico.  Os lo voy a poner peor.  ¿No creéis que puede haber una IA superevolucionada y requetepoderosa?  Peques, puede llegar a haber una PLURALIDAD de ellas.  No sé si se tolerarán entre sí, si interactuarán, si se aliarán, si se combinarán, si se anularán, si…

Lo que no tiene por qué ser necesariamente malo.  Lo dicho, utilicemos la imaginación.  Y veamos los caminos favorables.

Cuarto, no puedo dejar de preocuparme cuando observo cómo parece que alguien haya dado el pistoletazo de salida para no molestarnos en tomarnos el esfuerzo de hacer las cosas por nosotros mismos; en poder despreciar el trabajo creativo que hasta ahora hacíamos (o, en los casos más especializados, hacían ciertos profesionales) a favor de algo más inmediato, más barato, quizá acabado de una forma más redonda.  Total, si sólo hace falta frotar y frotar la lámpara de Aladino una y otra vez...

Un breve aparte, ya perdonaréis.

Entre lo que podría parecer contradicciones de mi carácter, puedo parecer increíblemente pesimista y, a ratos, justo lo contrario.  Suelo mostrar cierta ligereza de ánimo a la hora de ponerme a ver qué tal me salen las cosas, de tomar la iniciativa.  Ahí, algunos me llaman “valiente”; hay quien prefiere “a mí eso no me saldría ni en un millón de años”.  Y no, ya lo he dicho en alguna ocasión: qué va, exageráis.  Con lo uno y con lo otro.

Y en otras ocasiones, me dejo abatir por el fatalismo.  Cuando estoy cansado y repetidamente frustrado, ahí es lo habitual.  Qué queréis, no soy perfecto ni de lejos.  Nadie lo es y la vida lo enseña y da pruebas de sobra.

Y de vuelta al asunto…

A lo que voy es que cada día quedan menos papelerías.  Los cines se convierten en multisalas de cadenas de exhibición.  La venta de discos (vinilos, CD, DVD, bluray) cae lo bastante en el comercio de proximidad como para que las tiendas físicas cierren y desaparezcan.  Hoy en día la tendencia son las plataformas.  Hacia eso ha evolucionado el entretenimiento creativo: música, lectura, cine...  Esa evolución no me gusta; me parece que se basa en un espejismo, el de cierta abundancia cercana que quizá no acabe por serlo.  Hemos tirado lo probado en favor de un mero experimento. 

Y esa tendencia me parece paralela a la de un mundo que no se molesta en hacer las cosas por sí mismo y además desdeña el pequeño trabajo artesanal –una vez más, imperfecto- a cambio de lo inmediato y fácil.  Me parece otro error.  ¿Estoy en lo cierto o me equivoco? 

Es curioso, hay otras formas de entretenimiento (aparte de música, libros y cine) que nadie se plantea reducir físicamente hasta su práctica extinción. Ni por asomo, vamos.  Y se me ocurre que el mero hecho de proponerlo conllevaría una respuesta furibunda y desproporcionada…  No es que quiera.  No es que me importe.  No es que lo piense siquiera.  Pero, hey, la vida no es justa en ningún aspecto, ¿no es cierto?  En ninguno.

Y, a estas alturas ya os habréis dado cuenta, es otro aspecto de la existencia humana que la IA debería conllevar (de eso va esta entrada, peques): cierto equilibrio.  En su creación, en su desarrollo, en su uso y actuación.  Equilibrio, sí.  Se nos despista enseguida, pero es imprescindible para esa vida que mencionaba antes: la que permite la prosperidad y, no creo estar exagerando, la felicidad en nuestro tiempo.  Equilibrio en saber entendernos, equilibrio a la hora de buscar objetivos comunes y llegar al final del día…

Habrá quien se pare y replique: “La IA ya tiene presente todo eso”.  Genial, tú.  No sabes cuánto me alegra saberlo.  Porque, por lo general, lo hacemos todo como la parte de atrás (y no sé a qué ha venido este eufemismo, me ha salido tal cual).  Deprisa, corriendo y mal; con objetivos egoístas, mezquinos y hasta dañinos.  Y, por enésima vez, no deberíamos. 

En esta ocasión, a la hora de hacer (y usar) algo verdaderamente inteligente, deberíamos poner lo mejor de nosotros mismos: nuestra propia inteligencia natural, desde luego, y las virtudes que nos adornan.  Constancia.  Voluntad.  Honradez.  Nobleza.  Imaginación, no puedo parar de repetirlo.  Ilusión.  Alegría.  Capacidad de colaboración.  Responsabilidad.  Sentido del humor.  Paciencia.  Bondad.  Esperanza.  Amabilidad.  Reflexión.  Cierta serenidad.  La creencia en un mundo mejor, apoyado a su vez en lo mejor que tenemos y podemos ofrecer.  Y hacerlo juntos y ahí incluyo a la nueva inteligencia.   Por un futuro que no nos haga sentir vergüenza, sino alivio y hasta orgullo.  La IA ha de evolucionar; ojalá nos dé por hacer lo mismo.

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