Las cuatro cosas que necesito para seguir viviendo.
Algo lo bastante urgente como para pararme a escribirlo antes del desayuno.
1.- Dinero en mi cuenta corriente. Que mis libros empiecen a venderse como deben (y, muy probablemente, merecen) entre los miles de personas a los que podrían gustarles. O que me toque la lotería: si ocurre, hey, perfecto (me dejo y encantado, muchas gracias). En el peor de los casos, ay, encontrar un empleo en que me apreciaran y me sintiese contento. La idea es conseguir ingresos y con ellos, la consabida tranquilidad para ir tirando.
2.- Salud; o, al menos, que lo que no ande del todo bien por dentro no muestre síntomas que dificulten el día a día. Que las malditas piedras de los riñones se queden donde están sin crecer (o, si les da por salir, lo hagan pronto y sin traer tanto tormento); que nada más se me descosa; que mis articulaciones sigan la marcha sin dar sustos; perder peso y regular la tensión arterial... En fin, creo que se me entiende. Viejo, sí, pero funcional. ¿Tanto pedir es?
3.- Un proyecto artístico que me interese y me ilusione. Y tendrá que ser algo individual, claro. Algo sólo de mi persona...
Porque nunca he encontrado eso que llaman "tu tribu". Bueno... Las de los demás, para mi desconcierto, desgaste y frustración, sí; pero no la mía. ¿Un grupo grande de gente que piense como yo y lo guste lo que a mí... Y con la que me entienda con facilidad? ¿De verdad? Qué va. Cuentos de unicornios.
Y ya que estamos...
4.- Alguien que me quiera y a quien querer. Pero claro, a estas alturas, la idea de una pareja... ¡Buf! Soy realista y lo veo prácticamente imposible. Sé que a primera vista no tengo nada que ofrecer y, para qué engañarnos, casi es un alivio. Me ahorro la más que posible decepción y el sufrimiento que la acompañaría.
Hay quien asegura que incluso hoy en día los milagros existen. ¿Podría ser...? ¿Una persona honrada, simpática, cariñosa y con sentido tanto del humor como de la maravilla? ¡Anda que no pides poco, viejo vencido! Y aún así... Ni idea. Nunca se sabe.
Y esas cuatro cosas, por supuesto, se resumen en dos: medios y esperanza. Siento que ando en precario en los dos aspectos. La suerte oscila y nos abruma con sus rachas. Va tocando una buena, aunque sólo sea para variar.
Diría que eso es todo, pero no.
El mundo -del que no podemos escapar- lleva unos años girando a mal y peor. Demasiada estupidez trazando a diario rayas en la arena, demasiadas; demasiados perros rabiosos ladrando amenazadores para forzar a los chuchos sin rumbo a unirse a su jauría; demasiadas serpientes en el Pozo de las Almas. Toca parar; toca salirse del pensamiento único ("Yo tengo razón y tú no, quizá el grupo me proteja para que no me hagan daño...")
Toca volver la cabeza hacia la sensatez, la prudencia. Volver a la convivencia (que nos sale natural cuando bajamos a comprar el pan o nos vamos a dar una vuelta) en la que se basa una vida en paz, una que permita la prosperidad. Toca volver al equilibrio... ¿Podréis? Porque cada día me decepcionáis más. Y aún así hoy aún sigo aquí; no me he rendido, no del todo.
La luz no debería estar al final del túnel. Debería ser lo normal: el sol en lo alto del día, la luna y las estrellas en la serenidad de la noche. Buscad esa luz. Aún cansado, casi desesperado, hoy sigo en pie, mirando hacia arriba. Esperando, lo confieso. Y contemplando, admirado, la luz del momento. Como si eso fuese suficiente.