Ocurrió hace mucho tiempo. Estaba curioseando en la sección de idiomas de una librería y encontré un diccionario visual de italiano, a todo color y organizado por temas. Poco más que un libro de bolsillo, pero flamante de puro nuevo y lleno de material. ¿Y qué se me fue a ocurrir? “Vaya, qué idea tan buena. Con esto, me pongo a ratos y si alguna vez vuelvo a visitar Italia, tendré una soltura de campeonato…” Supongo que os estaréis riendo a carcajadas a estas alturas y haréis bien. Años, un montón, ha estado sin abrir en casa. Primero en una estantería y después, ya la derrota absoluta, guardado en un armario (por aquello de “Fuera de vista, fuera de mente”. Vamos, “…que estorbas”). El caso es que hace unos días lo saqué de su exilio en el altillo del empotrado y por la noche me lo llevé a la cama para mi hora habitual de lectura de antes de intentar dormir. Y sí, es curioso: es más o menos una hora. Leo el rato que me parece...