Sí, es esa novela... 45 / Pam del Futuro.
Ya es primavera. Hoy ha salido
una tarde preciosa, suave y llena de luz. Conque mi hijita Dawn, el bueno
de Ben y yo hemos votado por hacer algo divertido y distinto. Y mira por
dónde, hemos acabado viniendo al parque de atracciones.
Ben
ha salido disparado a la galería de tiro, a hacer gala de su buen ojo y su
pulso. Durante nuestro noviazgo le encantaba pavonearse de lo buen
tirador que era; no le faltaba razón. Yo solía volver a casa cargada de
peluches. Un samoyedo, un cachorrillo de
tigre, un bebé foca, un elefantito... En sus manos la escopeta era un
arma precisa y arruinaferiantes: palillo en su mira, ¡bang!, palillo partido y
caído. Puntos al saco.
Dawn
me tira de la manga desesperada por arrastrarme hasta las camas
elásticas. El reclamo de montones de críos saltando, arriba y abajo, con
caras radiantes de felicidad es irresistible para mi chica. Y sólo se me
ocurre una posible respuesta a eso... "¿Por qué no?"
Mi
niña le enseña su pase a la azafata al tanto (pero poco) de la atracción, se
descalza a trompicones y se apresura a tomar posesión de un rincón en la zona
de saltos. He de admitir que el efecto es inmediato: al primer brinco,
una sonrisa de felicidad pura -limpia de preocupaciones- le llena la cara de luz.
En
los altavoces suenan temas de música disco de los que no oía hace mucho, mucho
tiempo.
Y
no hay duda. Todo encaja.
Suspiro.
En
estos últimos diez años han pasado tantas cosas...
El
libro de Ben tuvo un éxito moderado. Se vendió bastante bien, lo que le
permitió encajar con facilidad sus siguientes obras, a razón de una al año, más
o menos. Excepto el año pasado, el de la mononucleosis de Dawn (se lo
pasó a su lado cuidándola, mimándola, jugando con ella y sin poner ni una
palabra en el papel) y este año tras venderle el negocio a Jill: cuando
le pilló un ramalazo de creación desenfrenada y le dio por escribir tres novelas
seguidas en siete meses… Entre ellas,
"Peceras de cartón" y "Si ves venir al león, arranca a tocar el
banjo”, sus dos mayores éxitos.
Yo
seguí trabajando para "Morlaco" en sus revistas para frikis de lo
extraño, conspiradores y rockeros.
Seguí
la gira europea de los Chínchate Ofelia durante el otoño de 2.009 pasando por
-Edimburgo
(la rabia que da ir a una fiesta con lo mismo que lleva puesto la invitada de
honor, que en este caso era una banda de gaiteros barbudos...)
-Oslo
-Chartres (entramos en
la tienda de una juguetero artesano con debilidad por las clásicas peonzas de
madera, me puse a imitar a un derviche en plan boba y acabé en Urgencias)
-Toulouse.
-Barcelona (le conté los dientes al
tiburón toro del acuario, aunque necesité que pasara a mi lado más de dieciséis
veces y tuve que poner a un colega rellenito de cebo para atraerlo hacia el
cristal)
-Oporto
-Munich
(donde ocurrió el famoso incidente de la zapatilla deportiva parlante)
-Milán
(compramos una botella de vino añejo y acabamos llenándola de gasolina cuando
el monovolumen donde íbamos los periodistas nos dejó tirados en la carretera)
-Ginebra
(nos escaqueamos del concierto para visitar una fábrica de chocolates en un
pueblecito cercano y falseamos la crónica equivocándonos en el orden de todos,
pero todos los temas; vamos, hasta incluimos los dos bises habituales que los
Ch.O. había sustituido por un regar al público con champán en conmemoración del
quinto aniversario del grupo)
-Atenas
-Praga (fui asaltada por un mono en
patinete pero conseguí recuperar mi cartera de entre sus dedos inconscientes
tras el accidente. Mira que mirar hacia
atrás sin preocuparse de las farolas)
-Varsovia. Muy bonita.
Y, ay, qué alegría volver a casa.
Acudí a quedadas nocturnas para
buscar ovnis en el cielo; jugué una partida sobre el tablero embrujado del
difunto campeón de ajedrez Alexei Jairo Pimlico; me pilló una cistitis durante
la visita a un antiguo monasterio cisterciense y, cuando pude perder de vista
al grupo, digamos que regué las begonias de su maravilloso claustro románico.
Me avergüenza terriblemente, ojalá no hubiera tenido que pasar por
ello. Mis más sinceras disculpas...
Sabed que, abrumada por la culpa, lo confesé ante Jill (que resolvió
rápida lo de la penitencia con una de sus collejas instantáneas y un “No lo
hagas más”).
...Y
también encontré en el norte de España (en un pueblecito que se llamaba igual,
igual que una de las ciudades de los levitas mencionadas en el reparto de las
tierras de Canaán en el libro de Josué, capítulo 21) una vieja arqueta de
madera con argollas a los lados. Tenía marcas de clavillos, como si
hubiese estado recubierta en otro tiempo; si de madera más noble o de metal, no
sabría decirlo. Estaba en el sótano de una casa vieja que se remontaba a
la repoblación del territorio por judíos del Languedoc en los siglos XI y
XII. Dentro de la arqueta sólo había polvo.
Los
hermanos Costi crearon una copa de helado "Sabios de Oriente" con
tres sabores: semilla de cacao, fresas romanas y almendras del este del
mediterráneo. Una delicia.
Escribí
hasta hartarme consejos, tests y relatos para las revistas de adolescentes;
siempre con un cierto toque autoconsciente y muchísima coña marinera.
Hasta
conseguí (¡alucina!) meter un par de reseñas en La Bomba de Papel gracias a un
anónimo experto en falsificaciones heráldicas que aún se parte el pecho cada
vez que los de la revista salen en un acto público (e incluso en la tele)
presumiendo de tener entre sus colaboradores a "insignes miembros de los
más rancios y nobles linajes aristocráticos de la antigua Prusia".
Yo, Pancratia María Schwrongya, Condesa Jazêrlicke, supuro en cada línea suficiencia pegajosa (mis collares de plata y
perlas de diecinueve vueltas, echados a perder).
La
Condesa tiene varias páginas de fans en la red, donde aparecen retratos míos
oportunamente retocados para despistar. La buena de Jill se lo pasó pipa
con la cámara de fotos y el Changeyourpixz, el nuevo freeware simple para yayas
y cuñados de manos caídas.
Como
consultora de obras literarias en proceso de construcción he servido a ratos a
los intereses de algunos ponedores
de best-sellers cuyos nombres quizá te suenen. Y le he dado unas cuantas
alegrías a la gente de Editors From
Alexandria y en particular a un muchacho que empezó muy joven en el
mundillo y que, entre libro de cuentos con cascabeles incluidos y novelitas de
letra gorda ancladas en varias jugosas franquicias de juegos de rol, se ha
hecho un hombre y un nombre. Es dulce y simpático; cuando quieras, David
DePail...
Y,
por supuesto, mi saga de novelas de aventuras. La principal fuente de
pasta para mi desahogada cuenta corriente.
Desde
su aparición en "El asunto de Creta", Nick Lion y Collins Lightsmith
han hecho las delicias de los aficionados al género de acción. Y al del
romance. Uh, y al del misterio. Ellos son así...
Mis
personajes estrella. Nick es un investigador de lo sobrenatural (como yo
para la revista Ignotia) y Collins es una niña bien, novelista y bon
vivant (como yo a veces, pero con más tipazo y mejor melena... Bah,
¿a quién quiero engañar? Como la señora DeMoors. Pero, chissst,
no se lo digáis a nadie).
Ambos
recorren el globo resolviendo casos con intríngulis: sectas, joyas de la
arqueología y piedras preciosas con nombre y apellidos, viejos casos de
espionaje sin resolver... Del noviazgo al matrimonio, al divorcio y la
viudedad con la presencia (o no, a saber) del fantasma del otro pinchando para
descubrir el misterio, Nick y Collins han llegado al cine, a los videojuegos y
a los cromos de los pastelitos para chicos.
Y,
bueno: como habréis deducido solitos, yo, Pam Pecker, romántica incurable, me
casé con el señor Ben Least. Tuvimos un regalo del cielo, esta
preciosidad de Dawn que ahora salta desmelenada sobre la cama elástica mientras
suena la versión original de ese tema tan cañero que los Sirsinia han usado
para asaltar las emisoras juveniles en su disco de regreso.
Mis
amigos son montones. He vivido una vida extraordinaria, llena de éxitos,
de amor y de felicidad.
Miradla. Mirad cómo salta.
Y
Rebecca dijo...
No
importa. Hasta que se acabe, sea dentro de unos minutos, unos segundos -o
cuando lo quiera el Destino- voy a seguir viviendo así.
Disfrutando.