Sí, es esa novela... 38 / Cuando los que mandan reparten el botín

 

La revista de rock que publica "Morlaco" se llama "Song Sharpener" y no me extraña que no la hubiera visto nunca antes: al parecer, hace una tirada cortísima en papel que va a parar al buzón de un puñado de suscriptores... y quince días después, la misma revista aparece en formato digital en la red. 

    Con más de medio millón de visitas cada mes, no me extraña que los Sirsinia le dedicaran un ratillo, incluso si suponía comer con una extraña.  A poco que gustes a un porcentaje de lectores tirando a alto, eso supone un montón de discos, pirateados (malditas sean las patas de palo: ni un duro de momento...  Pero, en fin, hacen afición) y no pirateados.  Pasta a puñados.  Contante (dado que se hace el nido en la cuenta -poco- corriente del asombrado músico de turno) y sonante (como en "Yo antes utilizaba pañuelos de papel, pero desde que los billetes me sobran...").

    Lo llaman líquido porque se amolda a los bolsillos de cualquiera.

   Después de sonsacarle al jefe por teléfono dónde encontrar la página web de la revista, me leo el equivalente a tres números en una tarde.  Para cuando se hace la hora de ir al encuentro de mi Ben los ojos me hacen chirivitas y las frases hechas, las manos haciendo cuernos y las fotos de portadas más o menos inquietantes me chorrean orejas afuera en forma de masa cerebral fundida.  El sueño de un vendedor de espuma semiseca para limpiar alfombras, versión lija radioactiva.

   Lo de las portadas es raro.  Quiero decir, vale que le den al público lo que busca: un cruce entre lo sórdido y lo moderno.  Pero lo del fotomontaje retocado por ordenador queda, no sé, ajeno.  A mí me gustaban las portadas pintadas de hace un montón de años, cuando incluso siendo una cría aquellos pedazo de fundas de cartón para los vinilos te dejaban anonadada.  Eran obras de artesanía, hechas más con las tripas y con oficio que con la cabeza.  Pero no me hagáis mucho caso; hablo de cuando para mí el mundo era nuevo y cada momento tan fugaz y brillante como fuegos artificiales, las horas una cascada de luces y la vida el eco de una fiesta.

    Antes de salir yo, vuelve a casa mi tía Myrtle. 

    -No te he preguntado, ¿dónde es la boda? 

    -Si te lo dije...  En un rinconcito del viejo York.  Ya he ido a King's Cross Station y tengo el billete para mañana.

     -¿Sólo ida?

    -Bueno, querida, espero que alguna de mis amigas se tome la molestia de llevarme de vuelta a casa en su coche.

    -Sabes, no hacía falta que vinieses a Londres.  Yo misma podría haberme pasado por Pickinton's y haber pagado la licuadora.  Si hubieses llamado a otras horas, tarde o temprano me habrías pillado en casa y...

     -No podía retrasarlo más.  Además, mpf, tenía algún que otro asunto que resolver.  No me he pasado la tarde de tiendas precisamente.

    Ahí va.   Confesión de oscuros motivos personales.  La curiosidad me pica como un enjambre en temporada de osos. 

    -Cuenta, cuenta.  ¿Tienes un lío?  ¿Has acertado la lotería?  ¿Te han encargado mediar entre partes enfadadas?

    Pero ella tira velas y sale para adelante ignorando cualquier cosa que no sea el horizonte.

    -No seas metomentodo.  Es cosa mía, y basta.

    -Mujer, qué arisca -trato de quitarle hierro y calmarla.

    -No haberte metido en territorio ajeno.  -Me encantaría explicarle que la que anda en casa de otra persona es ella, pero para qué.  No tengo ganas ni tiempo para escenitas, ni necesito a toda la familia de morros por dejar en la calle a la hermana pequeña de mi madre...

    -Tienes razón; no me hagas caso, yo también llevo un día de locos -la aplaco. 

   Vaya, qué fácil ha sido resolver esto.  Un instante el peligro te roza, pero las sabias catas de Philoso-Fu (el arte marcial para andar por la vida sin lamentarse y disfrutando) te apartan de su abrasivo contacto y curan el escozor en tu piel, ejemplo de sensibilidad extrema. 

    Si es que deberíamos venir al mundo forrados de plomo, pero quia.  Y menos mal.  Así, al menos, lo suave y lo tierno nos consuela de ver en cuando...

    La dejo con un abrazo y un besazo y me largo.  Por el camino, hago un par de llamadas.

    -¿Rebecca?  Hola, brujona.  Te encantará saber que el cantante esquizofrénico de un grupo de moda se ha puesto en plan "Estoy poseído por los dioses" conmigo y te ha mencionado.  No, no digo que no lo supieras, digo que te gusta.  Pues eso.  "Oráculo", creo.  Sep.  ¿Qué tal Phil? No, en serio. ¿Concurso de matemáticas lúdicas?  Ah, ¿para gente con I.Q. por encima de 150?  Muy excitado, claro.  Ugh.  Chica, déjalo, mejor me ahorras esos detalles, ¿vale?  Ja.  Jajajajajajaja.  Aaaaaay...  Te encuentro bien, muy bien.  Seguro.  Bien.  ¿Te veré pronto?  Tengo una misión en...  Mpf.  Vale, besines.  ¡Adiós! (Falso CLIC).

    -¿Phil?  ¡Qué taaaaal...!  Oye, acabo de hablar con Rebecca.  Sí.  Sí.  Sí.   Sí, matemáticas lúdicas, ya.  ¿Cuándo?  La semana que viene...  Ah, finales.  Entonces sí.  Sí, con Rebecca a Gales.  Créeme, no quieres saberlo.  ¿Y es entrada libre?  Claro.  Por tener público.  ¿Que el año pasado pasó queeeeeé...?  Eso ten... Sí, eso tengo que contárselo a mi jefe.  El de la revista paranormal.  Pues hijo, si a ti te parece secreto oficial que un tío cante dos pizarras de ecuaciones y se abra un portal en el techo de la sala del que salga un puercoespín volador entonando la sintonía de unos dibujos animados de hace más de veinte años...  Ah, tú no; los de la paranoia con el secreto oficial fueron agentes de seguridad nacional.  Ya.  Un destacamento.  ¿Con tanques?  ¿Y cuándo dices que pasó...? Sí, entiendo.  Entiendo -replico cansina-, es otra vez lo del acuerdo de confidencialidad.  ¿Firmado con queeeé...?  Ugh, qué asco: pobre bicho.  En fin.  Ya te traeré un trocito de carbón, tú vete pensado en cómo convertirlo en diamante.  Besuchos.  ¡Te veo! (Colgatta absolutta)

    -¿Hola?  ¿"Morlaco"?  ¡No te vas a creer el soplo que me han dado!  Pues resulta que el año pasado se celebró un torneo de ingenio en Nerd's Head con asistencia no esperada de una criatura cantarina de otra realidad...  Ah, vale.  Ya.  No, no, lo entiendo.  Estabas ahí, hiciste fotos.  ¿Nunca publicadas? Nunca...  Sí, el dichoso acuerdo de confidencialidad.  En qué cosas gastan su tiempo los más brillantes agentes de los cuerpos de inteligencia de este país...  Perdona.  Perdona.  Sí, tú también estabas ahí. Que lo entiendo...  ¿Lo de Sirsinia?  Claro, ya lo tengo medio escrito.  Lo remato mañana por la mañana.  Decepcionantemente decentes, incluso en el desmadre de sobremesa.  Ja.  ¿Que si Roe Jiver se puso...?  Si tienes espías en todas partes, ¿para qué me mandas a cubrir el artículo?  Enfoque humano. Cachina con la que identificarse...  Sí, por supuesto, lo comprendo muy bien (suspirazo).  Tengo otra llamada, jefe; me paso por tu sótano en un par de días  (Phonecallus interruptus).

    -¿Merriwee?  Oye, he oído tu mensaje.  El del contestador.  Sí, hiciste bien, ahora los miro.  Tengo que ir a apoyar al pelmazo de mi novio, que anda más deprimido con la revisión de su novela que un cerdo con la boca cosida en una fábrica de puré de bellotas; pero puedo echar, no sé, media horilla con vosotras.  Sí, voy de camino.  Le llevo un CD.  No, ya me imaginaba que Paulina Spadetta haría tartas para todo el pub y lo que sobre, para la FAO.  Si la Urraca viviera, pasaría del plutonio y cogería una cucharilla de postre.  Ah.  Ya.  Jolines, pasámela...  ¡Hola, Susan!  ¡Feliz cumpleaños, chata!  Vete poniéndome un vaso de ponche, estoy a cuatro manzanas.  Hasta ahora.  Ciao.  (Promessa di Pachanga)

     -¿Jill, tesoro?  ¡Hola!  Estaba desayunando...  Sí, cuando me he levantado.  Por la mañana.  Ay, no seas petarda y escucha.  El caso es que tengo un relato nuevo, ¡te va a encantar!  Sí, de mucha risa.  ¿Que tu también...?  Fantasmas vendiendo crema para el acné...  Bueno, iré rumiando cómo sacarle jugo al tema para pulirlo un poco.  No, he quedado con las chicas del Can Galán, es el cumpleaños de Susan.  Vale, les digo que te pasas luego.  Sí.  Sí.  Dile a mi Arrumaquito que se ponga...  (tarareo haciendo tiempo mientras Ben se despide larga y cortésmente de los de las Pompas Fúnebres).  Hola, alicate chocolate.  Huy, pero qué carita de pena se te nota por teléfono... No.  No.  Hale, hale, va, va.  Venga.  En una hora, poco más, estoy contigo.  Achuchín.  Achuchinito.  Mua mua mua mua muaaaaaaa..... 



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