Sí, es esa novela... 19 / Todo se mueve en el Universo menos yo (elegía por una lectora en paro)
¿¿¿¿¿¿¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeé?????????
Me acaban de... de...
(A
ver, igual si sólo lo pienso, me sale: "despedir").
¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAArgh!!!!!!!!!!!!
Hala,
ya está. Qué descanso...
Espera,
espera; de descanso, nada. ¡Me acaban de despedir!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAArgh!!!!!!!!!!!!
Y,
una vez más,
(tierra
trágame)
lo
he dicho... Uh, gritado... En voz alta.
Definitivamente
alta, sí. Es lo que tienen los gritos. Volumen, básicamente.
Cielos.
Estoy
en el paro.
(Sólo
que tendré que ir a apuntarme. Rayos. Odio la Oficina de
Empleo. Y eso que casi ya no me acuerdo de ella. Era un lugar
grande, las filas largas, siempre oliendo a desesperación... Rayos,
rayos, rayos).
Y
me están mirando. Adriana como quien visita el zoo por centésima vez sin
gustarle los animales. Las chicas, ahí afuera, con horror en sus
caras. Y Rye... Rye está ahí, alto y oscuro como el recadero de la
muerte ("Hoy sólo dos botellas de leche, Rye. Me sobra calcio")
pero con algo muy raro en la mirada.
Vaya.
No sé si es interés o enojo. Tratándose de Rye, lo más probable sería
enojo, pero... Se parece tanto al interés... En fin.
-¿Algún
motivo para ver a Miriam por última vez? -aventuro.
-Por
supuesto. Querrá decirte adiós -remata Adriana sin piedad.
No
me queda dignidad. Por suerte, tampoco me queda una gota de ganas de
sufrir en todo el cuerpo. Me doy la vuelta para salir.
Y
adivina con quién me doy de narices.
¿No?
Va,
avanzo unas pistas. Medio calvo; ha compartido foto conmigo; la edad le
ha traído un buen montón de arruguitas al fajo de billetes que le asoma por el
bolsillo derecho de la americana; su foto salía en las solapas de las
cubiertas de "Sabios de Oriente". ¿Ya?
-Mike
Miles DeMoors.
Mi
archinémesis sonríe desganado, intentando fingir una chispita de alegría en los
ojillos estrechos y grises.
-Hola.
Encantado de verla.
-No
se entera de nada, ¿verdad, señor Segunda Invasión?
-¡Pam!
-me llama Adriana, como si fuese un perro desobediente que se acabara de mear
en la puerta de la comisaría. Pero le sale mal; yo no le hago caso, y el
eco de mi nombre se queda en el aire, como un disparo venido de nadie sabe
dónde. Como el miedo mismo.
A
DeMoors se le hiela la sonrisilla de circunstancias.
-¿Disculpe...?
-Ya
lo había hecho. En fin... - Voy a irme de aquí. Una silueta erguida
en sus seis pies y algo se me acoda y me coge del brazo.
-Vamos,
señorita Pecker. -La mano de Rye hace presa en mi brazo con tanta firmeza
que duele. Me aporta cierta aceleración; vista y no vista.
"¿No era esa Pam Pecker?", "Pam Quién?..."
Silencio
total, menos los pasos de Rye y el aire suspirando bajo mis pies, que no tocan
suelo.
Puerta
de servicio batiendo perezosa de vuelta. Intento soltarme del apretón de
Rye.
-Me
hace daño.
-Usted
merece algo mejor.
Entonces
se me desmonta el rompecabezas.
-¿Cómo?
Rye
me mira con sus ojos viejos, negros como el vacío primordial. Y cuando
habla, sorprende la suavidad en su tono:
-Está
por encima de Adriana, esa arpía. Tan por encima... No se rebaje
más. Es libre; váyase lejos, a un sitio mejor.
-Un
sitio que me merezco -musito, un eco de memorias imposibles.
-Sin
duda. Es una buena persona, señorita Pecker. No se permita
olvidarlo.
¿Éste
es el hombre al que despreciaba por su altivez? ¿Dónde estoy? ¿Y a
dónde ha ido mi antiguo Universo?
-No
olvidarlo.
-Eso
es.
Nada
tiene sentido.
-¿Por
qué dice esas cosas?
Rye
rebufa.
-¿Porque
es cierto?
Me toca a mí. Nada. No reacciono. Tiempo y suena la bocina.
-Usted siempre tiene un saludo y una sonrisa para todo el mundo. Incluso para mí. No hace falta ser un genio para darse cuenta de algunas cosas. -Y da dos pasos atrás. Me mira de arriba a abajo, asiente como si valorara un buen cuadro en un museo y luego, se gira y marcha.
-¡Estoy sin trabajo!
-Buena
suerte -deja caer. Rye desaparece tras la puerta metálica, de vuelta a las
oficinas. Yo me quedo como una tonta en el rellano de la escalera de
incendios durante un buen rato más.