Sí, es esa novela... 16 / Paquetería (imagina las posibilidades) y confesión (¡uf!)

 

La casa de Ben es tan luminosa y acogedora como la floristería. 

    -Bienvenida a mi cuarto de escribir.

    Nos ponemos a trabajar enseguida.   Hago un esfuerzo especial, porque este hombre tiene algo que me distrae, no estoy muy segura qué: si los modales, la chispa detrás de cada frase (no desperdicia ni media palabra, y oh chico, si lo ha utilizado en su libro) o la intensidad de su mirada.  El estudio es acogedor.  Al poco rato, ya no tengo que esforzarme.   Ben sale a la copistería (a hacer las treinta copias) y yo me quedo escribiendo el resto de las direcciones de los treinta agentes en su ordenador.

    Entonces me llega la idea.  Soy una desconocida, me ha dejado sola en su casa delante de su ordenador personal encendido...

    Yo no haría eso con alguien ni muerta.

    Ben vuelve a la media hora.  Treinta minutos.  ¿Qué pasa aquí con el treinta?

      -He hecho una primera copia de seguridad y luego he dejado que sigan haciendo las otras.

    Una cabeza rápida.

    -Esto está listo para imprimir.  ¿Tienes las hojas de las etiquetas?

    -Toma.

    Me encantan las cosas adhesivas.  La impresora empieza a cantar y yo trato de no pensar en la película de "Sabios de Oriente", lo que no es muy inteligente por mi parte, ya que sólo consigo concentrarme en ella con más intensidad.

    -¿Estás bien?

    No para de sorprenderme.  La sonrisa me sale natural y a él, otra automática de respuesta.  Pero la mía se tuerce al momento y, oh, la suya se desvanece.

    -No es nada.

    -Quién lo diría...

    Lo dicho.  Buenas antenas.

    -¿Te has preguntado por qué quiero ayudarte?

    La sonrisa de Ben vuelve a asomar, más picaruela que nunca.   

    -¿Porque eres muy, muy, muy amable y simpática?

    Me echo a reír.

    -Bueno, aparte de eso.

    -Y porque te gustan las flores.

    -También.  No.  O sea...

    -No tengo ni idea, Pam.

    No importa.  La verdad me duele más de lo que me imaginaba.

    -Ben, ¿te gustan las novelas de templarios y conspiraciones misteriosas y...?

    -Ah.  Templarios.  Están de moda, ¿eh?

    -Desde hace seis años.  ¿Te gustan?

    Ben se encoge de hombros.

    -"Márcame con tu Cruz" estaba bien.

    -Sí, tenía sus momentos.

    -Pero, en general, no me llaman mucho.

    -Genial: ahora me toca a mí.  ¿Por qué?

    El pobre resopla.  Parece perdido.

    -¿…Porque leo las sinopsis en las contraportadas y me huelen a ladrillo?

    Y vuelvo a romper a reír.  Me río a carcajadas, para qué seguir conteniéndome.  Feliz.

    -¿He dicho algo malo...?

    -¡No!  No, qué va...  Has sido muy sincero, gracias.

   -Pero si es verdad.  "Hay un terrible secreto..."  Sí, sólo van de eso.  No hay nada más.  "Un terrible secreto".  Y siempre tengo la sensación de que lo adivinaré antes de que me lo cuenten y encima me resultará decepcionante..  

    -Justo.  Ésas son las malas –le digo yo.  –Pero "Márcame..." es una buena novela de aventuras.  Puro entretenimiento; con trama mística, eso sí…

     -Me gustan las tramas sobrenaturales.  Lo que no aguanto es el aburrimiento.

     Dios, estoy a punto de besar a este hombre.

     -¿Así que eres aficionada a las novelas de templarios?

     -No.

     -Vale.

     -Déjame llegar poco a poco.

     -Es tu tiempo, no te quejes cuando mueras.  

    -¿Y las de otras hermandades secretas con planos, nazis y artilugios que van a acabar con la civilización...?

    -Más de lo mismo, ¿no?  Hay algunas buenas y otras no.

    -Justo.  A lo que voy es, ¿cuántas novelas del oeste has leído últimamente?

    -No estoy seguro de seguirte.

    -Dicho de otro modo, ¿cuándo fue la última vez que leíste una novela del oeste?

    Ben se rasca el colodrillo.  Me mira de reojo.

    -Ni idea.  Me gustaban cuando era un crío.  Eran baratas, y además cambiaba las mías con los otros chavales de la escuela.

    -Ves.  La escuela.

    -Pero...  Pam, pasaba como con los templarios.   Buenas de verdad, unas pocas.  Y las malas eran como domingueros en la playa: demasiados y no echarías de menos a ninguno.

    -Exacto.  Ahora, pasemos a la ciencia ficción.

     -Hay colecciones...

     -Eso es.  Colecciones.  Publican su género en un rincón.  Adiós, gran público.

     -"Lásers y caramelos".  "Lásers y caramelos" le gustó a todo el mundo.

     -A mí, desde luego, sí.  ¿Qué opinas de las sagas?

     Ben tuerce el gesto.

    -Llámame simple, pero me gustan las historias claras, centradas y divertidas.  Lo mismo con las de fantasía…

    -De acuerdo totalmente. 

   -Seguro que hay algo bueno ahí fuera ahora mismo y me lo estoy perdiendo, pero hay tanta paja que apartar...

     La amargura me asoma a los ojos.

     -¿Las "románticas" de ahora?

    -¿Las de los abdominales de concurso? Supongo que tienen mucho éxito.  A mí me ponen incómodo...

    Sonrío.

    -¿En serio?

    -Y algunas deben de ser un peñazo.

    Tienes razón, chaval.

   -El caso es que, en cualquier género, hay novelas buenas.  Pero, ¿qué pasa si un género domina el mercado?  Que, logros de la narrativa aparte, los estantes se llenan de mediocridad.  Y las novelas buenas de otros géneros pasan desapercibidas o, peor aún, no llegan a publicarse jamás...

    Ben bufa, medio riéndose.

    -Ya, claro.  Imagino que es lo que pasa siempre.  Depende de qué está de moda...

    Me toca resoplar a mí.  Ahí va:

    -¿Qué hemos quedado que está de moda ahora?

    -¿Las conspiraciones y las novelas históricas de, uh, trasfondo medio épico, religioso y misterioso...?

     -Bingo.  ¿Cuál -me ahogo un segundo -perdona, cuál es el mayor éxito de ese género?  El que lo disparó.  Has dicho algo de "desde hace seis años"...

    Ben se queda en blanco.

    -Yo qué sé...  ¿Seis años?  Eso lo has dicho tú...

    -Lo que sea.

    -¡Ah, ya sé!  ¡"Sabios de Oriente"!  ¿Sabes que van a sacar la película...?

    Las lágrimas me enrasan los ojos.

    -Adivina quién le dio el visto bueno a ese libro.

    Y él lo ve.  Creo que lo ve, porque lo que es yo, ya no veo nada.  Pero se ha callado.  Y tengo la impresión de que está justo delante de mí.

     -¿Tú descubriste "Sabios de Oriente"...?

     Apenas puedo susurrarlo.

     -Sí.

     -¡Pam, eso es estupendo!  ¡Me encantó "Sabios de Oriente"!  ¿Y quieres sacar adelante mi libro...?  Eso es... Uf. ¿Sabes cómo me siento?  Un poco avergonzado y... Halagado.  Pi-ro-pe-a-do.  En el séptimo balneario.  ¿Y tú...?

     -Fui yo, Ben.  Me he cargado seis años de creación literaria mundial...

     -Pero, Pam... ¡Qué tontería!

    Le doy un empujón.  No está donde yo pensaba y fallo de una forma absolutamente ridícula.  Me caigo redonda al suelo...

     -¿Te haces idea de la carga en mi conciencia...? -y rompo a llorar.  Ahora sí, lo siento a mi lado.  Cuando habla, no dice lo que esperaba.

    -Pam...  Gracias.  Gracias por "Sabios de Oriente".  Es uno de mis libros favoritos, una delicia.  Y tú también.  Por favor, por favor, olvida toda esa tontería de tu culpa...

    -¡Tu libro...  No quisieron publicarlo...!

    -Quizá no es tan bueno...

    -¡LO ES!

    Ben rompe a reír a carcajadas.

    -Pam, eres un cielo.  Pero para ya.  ¿Crees que algo tan bueno como "Sabios..." no acaba saliendo a la luz antes o después...?

    -...Mmm ¿no...?

    -Sí. -Ahoga la risa.-  No has hecho nada malo.  Excepto a ti misma...

    -Pero...

          -Nada malo.  Y, si no fuese así, y fuese la causa de no publicar ni mi libro, ni tantos otros... Absurdo, en serio.  Pero aun así...

    Entonces me besa.  En lo alto de la cocorota.

    -...De todo corazón, te perdono.

    Suspiro.  Él me abraza...

    De buen rollo,  maldita sea.


Entradas populares de este blog

Lluvia.

Diccionario antes de dormir.