Sí, es esa novela... 07 / Eufemia (un efecto secundario de la euforia).

 

Es un día nuevo.  Fuera, un cielo gris oscuro lanza su grito kamikaze cayendo sobre Inglaterra;  llueve a cántaros.  Tengo puesto un disco mientras elijo algo alegre de mi ropero; bailo y canturreo feliz, encantada de la vida.

    Para desayunar, descongelo en el microondas una bandejita de pollo en salsa.

    Cojo el sobre de la mesita baja de centro.  Lo beso.  Ah, el paraguas.

    ¡Tunc!, me estampo la tibia contra la mesita.

 

    Algún día, dentro de mil años, un estudiante de medicina con una beca miserable sacará mis restos del nicho y los analizará. 

    Meterá una astilla de hueso en un bote de color amarillo, conectará la pila de plutonio (sí, usaremos plutonio, ¿crees que la humanidad se va a concienciar y salvar el planeta? ¡Ja!) y en un pis-pas, en la pantalla de su ordenador saldrá mi viva imagen, quizá con un peinado mejor.  Me sabrá elegir pálida, habrá detectado la variante genética de mis ojos desparejados y hasta pondrá de propina la marca de la vacuna.  “Sí, el sujeto pertenece a la época de la confusión de finales del siglo XX y principios del XXI.  Posibilidad alterna: desnutrición por bulimia /obesidad incipiente o manifiesta. Tasa de colorantes artificiales y conservantes en sangre, 0'992 %.  Dedos de la mano principal sujetos a mordisqueo nervioso.  Perforación de la dermis en orejas, ombligo, otros...  Leves trazas de intoxicación por tintas para decoración corporal.”

      Y después, se acercará a él la directora de la excavación, una mujer madura de voz áspera y sexy.

      -Y, ¿qué me dices sin el genalizador, Brian?

      (Las sociedades humanas son lo bastante mediocres como para mantener los mismos nombres durante siglos.  Milenios incluso).

      Brian se ruborizará, revelando sin querer sus bioimplantes faciales.  Quizá trague saliva.  Hará como que busca algo, torpe, y se volverá hacia su muy exigente supervisora…

       -Sarcastis, doctora Smith: he visto estas marcas de magulladuras en la tibia derecha del sujeto.

       -Marcas- dejará caer ella, saboreando el momento.

     -Sí, marcas.  En la tibia.  Son muchas, y la altura...  -Ahí lanzará su órdago, con una falsa humildad capaz de hace vomitar a una piraña: -Creo que es fiable achacarlas a una mesita de centro.  Y por el número de marcas, podemos afirmar una de dos opciones...

     -¿Dos opciones?

    -En efecto.  O el sujeto era excepcionalmente torpe o bien vivió con ese mueble muchos años.  Los últimos, repletos de visitas a Traumatología...

  

     Dejo que la inercia cierre la puerta a mis espaldas, ¡Blam!   Bajo las escaleras con un trotecillo rápido.  Tras una puerta del 3º surge una voz, alta y molesta:

    -¡A ver, que los que estamos de juerga hasta las tantas de la madrugada también tenemos derecho a dormir!

    Al salir a la calle patino y casi me voy al suelo.  Me da una risita ligera, me recompongo y tiro derecha hacia la editorial.  Ese sí es un barrio con edificios de postín.


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